martes, 6 de marzo de 2018

20. El valor sacramental de la Iglesia Católica Romana para salvación



20. La doctrina del valor sacramental y salvífico de la Iglesia Católica: 

Como la ICAR afirma haber sido fundada por Jesucristo, dice ser la única Iglesia con verdadera autoridad divina. En su ímpetu por tratar de que todos sigan su doctrina, desde Constantino y Dámaso I se ha definido a sí misma como una iglesia “católica” (lo que quiere decir que tiene injerencia “universal” y la capacidad de intervenir en los gobiernos mundiales y en asuntos humanos y espirituales en todo el mundo).

Se considera a sí misma como “un sacramento” o signo material que afecta a todo el mundo porque Dios se manifiesta a todos los hombres a través de ella (Concilio Vaticano II, Declaración Dogmática Lumen Gentium, nn. 1, 5.). El Concilio Vaticano II estableció: “esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación’ (LG, 14); “La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres” (Catecismo #780). Dice ser un “instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano”. Al considerarse a sí misma un sacramento, dice ser "signo sensible y eficaz de la gracia de Dios mediante la cual se otorga la vida divina; es decir, ofrece al creyente el ser hijos de Dios" , con lo cual se recibe, según ellos, la "promesa y garantía de la protección divina".

El hecho de que el catolicismo enseñe que "los sacramentos son necesarios para la salvación, porque otorgan la gracia sacramental, el perdón de los pecados, la adopción como hijos de Dios, la configuración con Cristo Señor" (Catecismo, #1129), implica que, de acuerdo a la doctrina católica, sólo se puede ser salvo si se pertenece a la Iglesia Católica. El catolicismo enseña: "la afirmación «fuera de la Iglesia [Católica] no hay salvación» significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por medio de la Iglesia, que es su Cuerpo. Por lo tanto no pueden salvarse quienes, conociendo la Iglesia como fundada por Cristo y necesaria para la salvación, no entran y no perseveran en ella” (Catecismo #846-848).


Sin importar lo que afirme de sí misma, y aunque la Iglesia Católica sólo da testimonio de sí misma como “sacramento” necesario, su testimonio no es verdadero, de acuerdo a lo enseñado por Cristo (Juan 5:31; Lucas 16:15). La iglesia verdadera (el conjunto o cuerpo espiritual de Cristo en el sentido de creyentes) no se puede adjudicar este título porque, en primer lugar, la Biblia habla de la iglesia como un conjunto de creyentes salvados. No es bíblico pensar que los salvados son el camino a la salvación; equivaldría a decir que es necesario ser parte de la religión católica para estar bien ante Dios o para participar en la salvación.

La realidad bíblica es que los hombres (ni ninguna religión, institución, denominación o grupo religioso) puede considerarse el camino a Jesús. Jesús es el único camino al cielo. De acuerdo a la Biblia, somos hechos hijos de Dios solamente por el hecho de haber recibido a Jesús y haber creído en Él y en su nombre, solamente por fe (Juan 1:11-13). Para llegar a ser hijos de Dios y ser salvados, debemos arrepentirnos de nuestros pecados (es decir, confesarlos a Dios para apartarnos de ellos) y recibir el Evangelio de Jesucristo, que se trata de recibirle a Él como el Mesías, el Señor y Salvador para ser salvos (Efesios 2:8-9, Hechos 16:31). La gracia salvadora que está garantizada al momento de una fe genuina, es la única gracia salvadora a la que la Palabra de Dios nos llama a recibir. Esta gracia es recibida por fe, no por la observancia de rituales ni de membresía o pertenencia a una institución religioso. No hay ningún otro requisito humano aparte del que muestran las Escrituras. La Biblia establece que Jesucristo es el ÚNICO mediador o intermediario entre nosotros y Dios Padre (1 Timoteo 2:5).

La manera de estar más cerca de Dios y en paz con Él no se obtiene meramente por ir a una iglesia ni por hacerse parte de un grupo religioso. Cuando nos acercamos a Dios directamente por medio de la oración, Él se acerca a nosotros (Santiago 4:8; Mateo 6:6). Jesucristo mismo estableció que la única manera de ser salvos y hechos hijos de Dios es siendo guiados por medio de la fe genuina a través de Él(Gálatas 3:26; Juan 3:18; Romanos 8:14) entrando por la Puerta al Cielo, que es Él mismo (Juan 19:9). NUNCA es por medio de los hombres o iglesias (Juan 10:1-18).

19. La doctrina del Máximo Pontificado del Papado


19. La doctrina del Máximo Pontificado del Papado: El catolicismo sostiene que la persona que ha sido nombrada con el Papado es el Jefe Supremo de la Iglesia la “voz” verdadera del “cristianismo” en el mundo y también la autoridad en toda la Iglesia, sobre la que tiene, por institución divina, la potestad plena [el poder absoluto], suprema, inmediata y universal” (Catecismo, 936-937). De acuerdo a la explicación católica, el termino “Pontífice” proviene de la raíz latina "pons" que significa "puente" y "-fex" que deriva del verbo "facere" que significa "hacer o formar". La idea impuesta por tradición es que el Pontífice “forma un puente” entre la humanidad y Dios y entre todas las naciones. En este sentido, le consideran un “representante” o “vocero” de Dios, con la idea de que todo lo que él habla es lo que Dios enseña y la creencia de que todo lo que él dice es equivalente a lo que Dios dice (Catecismo, 881-882).

Es un hecho histórico que hacia 1476, con la caída del Imperio Romano de Occidente, el Papa Gregorio I (590–604), quien heredó el poder del emperador romano, se apropió del título “Máximo Pontífice”, que antiguamente sólo pertenecía a los emperadores romanos. Desde entonces el título fue usado por los obispos romanos para ejercer poder temporal (jurisdicción sobre el gobierno, no sólo en asuntos eclesiásticos internos, sino también en asuntos seculares de territorios italianos que estuvieron bajo el gobierno del papa desde el año 751 hasta 1870). 

La Biblia dice que el único puente entre Dios y la humanidad es Jesús (1 Timoteo 2:5) y que cualquiera que se desvíe de la doctrina neotestamentaria no debe ser bienvenido por nosotros (2 Juan 1:9-11). El título dado al papa usurpa el lugar que sólo le corresponde a nuestro Salvador Jesucristo, quien enseñó que no tenemos necesidad de que un hombre nos enseñe sus interpretaciones de Dios, porque el Espíritu Santo es el que nos enseñará a cada uno personalmente (1 Juan 2:20-27). Jesús también enseñó que sus seguidores solamente seguirán su voz, porque conocen su voz, y no seguirán la voz de extraños (Juan 10:1-5). Jesús dijo que "la Escritura no puede ser quebrantada" (Juan 10:35), por tanto, debemos ser como los de Berea, que "todos los días examinaban las Escrituras para comprobar" si lo que otros dicen es cierto o no (Hechos 17:11). 

17. La doctrina de la Primacía de Simón Pedro


17. La doctrina de la Primacía de Simón Pedro: La Iglesia Católica enseña que el papel supremo de Pedro por encima de los demás Apóstoles fue dado por Cristo mismo cuando Él le dijo a Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos” (Mateo 16:18-19).
Los líderes católicos insisten que de esa forma, Pedro adquirió una autoridad superior o jerarquía mayor a la de los demás apóstoles. Esta doctrina, también referida a veces como el “Primado Petrino”, se apoya en la idea de que, después de que se terminó de escribir el libro de los Hechos de los Apóstoles en la Biblia, en algún momento desconocido, Pedro viajó a Roma y se convirtió en Obispo de la principal Iglesia que allí se encontraba, lo que de alguna manera lo convirtió en el primer “Papa” de la historia.
Aunque los historiadores no reconocen estos hechos y los católicos mismos admiten que ese título nunca fue aplicado a Pedro en vida, aún así se les hace pensar a los feligreses que él ejerció una forma de gobierno similar al pontificado católico, el cual consiste en una organización religiosa basada en Roma, donde los hombres son asignados en una estructura de poder con jerarquías eclesiásticas.
El catolicismo enseña que Pedro ejerció su autoridad sobre los demás obispos por más de treinta años hasta que la persecución perpetuada por el Imperio de Nerón destruyó la ciudad con el Gran incendio de Roma (ca. 64). Según el libro apócrifo "Hechos de Pedro" (siglo II), primer documento histórico que contiene esta versión, Pedro fue crucificado de cabeza. Se dice que esto fue a propia petición, porque se consideraba indigno de morir como Su salvador.
Los católicos indican que estos eventos sucedieron en el mismo lugar donde hoy en día se encuentra la Basílica de San Pedro en el Vaticano (la cual, fue construida sobre un cementerio pagano que algunos líderes católicos dicen contiene la tumba de Pedro y sus restos humanos, ocultos al público por disposición oficial).
Como registro histórico de la doctrina de Primacía de Pedro, los católicos señalan la apócrifa Epístola a los Romanos (ca. 105-110 d.C.) escrita por Ignacio de Antioquía, en donde se hace alusión al liderazgo de Pedro y Pablo como líderes de los creyentes que dieron mandatos a las iglesias de Roma (aunque ambos se mencionan a un mismo nivel de importancia).
Fue Juan Crisóstomo (ca. 349-407), patriarca de Constantinopla, a quien se le atribuyen las primeras referencias a Pedro como "la Roca" o “la Piedra” en sentido de líder supremo de la Iglesia. Crisóstomo escribió que Pedro era “la boca de todos los apóstoles, la cabeza de esa tribu, el gobernante de todo el mundo, el fundamento de la Iglesia”.
Esta doctrina fue ratificada como una creencia indiscutible y dogmática para los católicos en el Primer Concilio Vaticano (1869–70). El Catecismo de la Iglesia (#552) también enseña que Pedro ha sido y siempre seguirá siendo "la inquebrantable roca de la Iglesia".


En la Biblia, cuando Cristo dijo sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, Él acababa de preguntar a sus discípulos: “ Vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:15-16). El contexto indica que el fundamento de fe se refiere a la confesión de fe que Pedro acababa de hacer: “Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios” es la base fundamental que une a los creyentes de la Iglesia espiritual de Cristo. El mismo contexto muestra que no es posible que la persona de Pedro sea considerada la piedra, porque justo después, Pedro trató de evitar que Cristo fuera a la cruz, y Cristo, “volviéndose Él, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres(Mateo 16:23); además, de que Pedro mismo negó tres veces a Jesús durante su arresto. La Biblia muestra que, luego de arrepentirse, Pedro fue un líder principal en la Iglesia de Jerusalén y su papel era predicar el Evangelio en el pueblo (Hechos 2:14-15; 2:3-38; 10; 11). Hechos también indica que éste liderazgo era compartido al mismo nivel junto a Bernabé, Pablo, Jacobo, Judas, Barsabas, Silas, y otros discípulos, ancianos y hermanos en comunión fraternal (Hechos 1:12-14; 2:37-42; 15:6)Los cristianos del primer siglo no tenían jerarquías de autoridad; el liderazgo de los obispos, pastores o ancianos era una función igual de importante en todos, NO una posición de superioridad sobre nadie, porque “todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:44-45). La enseñanza de Cristotodo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” no fue dada exclusivamente a Pedro, sino a todos sus discípulos (Mateo 18:18). Pedro nunca reclamó una posición de autoridad por encima de los otros apóstoles y en ninguna parte de sus escritos (1a y 2a de Pedro) se halla mención alguna a esto porque Cristo mismo había dejado claro a sus doce discípulos que Su iglesia no tendría jerarquías de autoridad: se suscitó también entre ellos un altercado, sobre cuál de ellos debería ser considerado como el mayor. Y Jesús les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que tienen autoridad sobre ellos son llamados bienhechores. 26 Pero NO es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve(Lucas 22:25-26); “los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros NO ha de ser así (Mateo 20:25-28; cf. 18.1-5, Mr. 9:33-37; Lc. 9.46-48). La Biblia enseña que Dios solamente es la roca y la salvación” (Salmos 62:1-2, 6-8). Por ello, el Mesías es la ÚNICA roca espiritual: “cada uno tenga cuidado cómo edifica encima. Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo (1 Corintios 3:11). Quienes son hechos parte de la familia de Dios, son “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas [la fe en el Mesías Cristo], siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, 21en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor (Efesios 2:19-21). Los profetas habían hablado del Mesías como piedra angular de la Iglesia (Salmos 118:22, Isaías 28:16-17, Daniel 2:34-35; 2:44-45), Jesucristo se adjudicó a sí mismo esta profecía (Mateo 21:44; Lucas 20:18), Pablo lo reafirmó (Romanos 9:33) y Pedro mismo se refirió a Jesucristo como la Piedra (Hechos 4:10-12; 1 Pedro 2:6).

18. La Sucesión Apostólica como justificación de la Primacía Papal


18. La Sucesión Apostólica como justificación de la Primacía Papal: 

El Vaticano sostiene que, si Pedro tenía una jerarquía de autoridad por encima de todos los demás apóstoles, y si en verdad tenía una posición de poder mayor que todos los obispos de la época, después de su muerte, los líderes obispos de Roma que tomaron su lugar en esa Iglesia, también retuvieron el mismo poder o “heredaron” esa misma importancia eclesiástica y preeminencia. A esta doctrina católica se le conoce como la Sucesión Apostólica y ha sido la justificación por la cuál los líderes de la Iglesia de Roma han ejercido su autoridad sobre las Iglesia Católica durante los que siglos siguientes hasta la fecha. La doctrina de Supremacía de Pedro fue fundamental para justificar la Primacía Papal en base a la idea de Sucesión Apostólica. Estas ideas fueron defendidas por Ignacio de Antioquía (quien dijo que “deberíamos ver al obispo como si viéramos al mismísimo Señor”); Ireneo de Lyon (quien enseñó que si habían disputas locales sobre la legitimidad de una Iglesia, la Iglesia de Roma debía decidir cuál era la dominante), y otros obispos de Roma como Calixto I (ca. 217-222), Cornelio (ca. 251-253), y Esteban I (ca. 254-257). La Primera Epístola de Clemente (escrito apócrifo atribuido a Clemente I, considerado uno de los primeros Papas). 

En los siglos III y V, los Papas, cardenales y obispos católicos eran designados por los emperadores romanos, mismos que convocaban los concilios; sin embargo, con la caída del imperio de Occidente, comenzaron a ser elegidos por los reyes seculares. Debido al desacuerdo entre los mismos y las guerras de la época, distintos gobernantes comenzaron a hacer nombramientos simultáneos y hubieron papas que se disputaron la legitimidad. Tratando de evitar esto, el Papa Símaco, instituyó la práctica de que los papas nombraran a sus propios sucesores, pero esta medida pasó mucho tiempo sin practicarse. Desde el siglo III y a lo largo de la Edad Media, muchos obispos internos (inconformes con que los Pontífices electos como Obispos de Roma ejercieran decisiones arbitrarias sobre de ellos), comenzaron a cuestionar la veracidad de sus propias autoridades Papales, lo cual ocasionó divisiones tempranas. En 1054 se produjo una gran división llamada “el Gran Cisma de Oriente y Occidente" en la cual dos Papas en turno se excomulgaron mutuamente y muchos patriarcas se la Iglesia Católica (Romana de Occidente) se separaron para formar la Iglesia Ortodoxa (Griega de Oriente), que ganó muchos adeptos en Europa Oriental a través del Imperio Bizantino y actualmente subsiste con su propio Patriarca en Rusia. 

Entre el siglo XIV y XV, otra gran división conocida como “el Gran Cisma de Occidente” (1378-1417) ocasionó que hubieran tres obispos declarados como papas disputándose simultáneamente el título de Papa en Roma, Aviñon (Francia) y Pisa, Italia (cada uno con sus propios seguidores en distintas partes de Europa y sectores de la Iglesia). Una vez restituido el orden, la doctrina de Sucesión Apostólica fue defendida citando los escritos de Ireneo, Cipriano, San Agustín, y los Papas Inocencio I, Leo I, Gregorio VII que también la defendían. Este principio fue ratificado en el Edicto de Milán, el Concilio de Nicea, el Primer Concilio de Constantinopla y el Concilio de Éfeso. Hoy en día, la ICAR define al Papa como el Obispo de Roma y la persona que cumple la posición máxima sobre toda la Iglesia, donde él es descrito como “el Obispo de Roma, el sucesor de Pedro y la fuente visible y perpetua y fundamento de la unidad tanto de los obispos como de todos los fieles” (Catecismo; Segundo Concilio Vaticano, Lumen gentium). Cuando se dice “perpetuo”, se enseña que esta posición de poder eclesiástico durará para siempre en la Iglesia Católica Romana. 

El primero en hacer una lista de supuestos sucesores de Pedro fue el obispo romano Ireneo. Hoy en día la lista oficial de los Pontífices católicos es actualizada anualmente en el Anuario Pontificio bajo el documento títulado “I Sommi Pontefici Romani” (Los Supremos Pontífices de Roma). Esta lista es publicada por la Curia Romana (conjunto de organismos e instituciones de la Santa Sede) y a la fecha ha realizado casi 200 correcciones a las biografías existentes de los Pontífices romanos; no establece números consecutivos a la lista de los papas, pues reconoce algunos casos en que no es posible identificar al Papa legítimo. Considera como uno de sus símbolos más importantes el “Símbolo niceno-constantinopolitano” que es fruto de los Concilios Ecuménicos de Nicea (325) y del Concilio de Constantinopla (381) precedidos por el Emperador Constantino (que según la leyenda, se convirtió al catolicismo al ser bautizado por el sacerdote ario Eusebio de Nicomedia en su lecho de muerte). 

En la Biblia, ni Pedro ni ningún otro apóstol sugirió que nombramiento apostólico sería pasado o heredado a otros sucesores, pues fue Cristo mismo el que eligió a los doce apóstoles (Mateo 10:1-15. Marcos 3:13-19. Lucas 6:12-16). Para elegir a Matías, sustituto de Judas Iscarionte, los once Apóstoles se reunieron unánimes y echaron las suertes, orando para que Dios la hiciera caer sobre aquél que quería como apóstol (Hechos 1:12-26). El apóstol Pablo fue elegido por revelación de Cristo mismo cuando iba de camino a Damasco (Hechos 9:1-19; 26:4-23) y más tarde en sus epístolas él se consideró a sí mismo un “abortivo” o añadido después de los apóstoles originales: “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; que se apareció a Cefas [Pedro] y después a los doce; luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales viven aún, pero algunos ya duermen; después se apareció a Jacobo, luego a todos los apóstoles, y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí. Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la iglesia de Dios. 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana” (1 Corintios 15:8-10). Pablo también advirtió que después de él vendrían líderes impostores (Hechos 20:29-30) por lo cual debíamos recordar que Cristo mismo ya había establecido directamente a sus apóstoles (Efesios 4:11-15). Pablo también dijo que debíamos tener cuidado “si alguien viene y predica a otro Jesús, a quien no hemos predicado, o recibís un espíritu diferente, que no habéis recibido, o aceptáis un evangelio distinto” (2 Corintios 11:4). 

Advirtiendo de no dar lugar a que otros se consideraran apóstoles o enviados, él prosiguió diciendo: “En verdad pienso que en nada he sido inferior a aquellos grandiosos apóstoles… lo que hago continuaré haciéndolo, a fin de privar de oportunidad a aquellos que desean una oportunidad de ser considerados iguales a nosotros en aquello en que se glorían. Porque los tales son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz. Por tanto, no es de sorprender que sus servidores también se disfracen como servidores de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras“ (2 Corintios 11:12-15). Pedro mismo también profetizó: “habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras,... por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 2:1-3).

La documentación histórica registra que la Iglesia Católica Romana nació como producto de una de las muchas iglesias que se encontraban en Roma en tiempos del gobernado pagano Constantino I “el Grande” emperador romano (306-337). Después de dos siglos de violenta persecución contra los primeros cristianos, Constantino reconoció que su imperio se encontraba gravemente dividido en fracciones y trató de conciliar la religión romana y las tradiciones paganas mezclándolas con algunas ideas del cristianismo: el resultado fue el sincretismo del catolicismo. En el año 313 d.C., junto al emperador Licinio, emitió un decreto oficial llamado Edicto de Milán, donde informó que la difusión del cristianismo sería tolerada (dejarían de ser perseguidos porque ya no podían acabar con ellos) y la autoridad de los obispos y líderes religiosos que se encontraban en Roma sería reconocida por primera vez en la historia. Constantinó convocó al Primer Concilio de Nicea (325d.C.) reunión ecuménica a la que supuestamente invitó a todos los obispos del Imperio. Con sólo un tercio de los asistentes invitados presentes, Constantino acordó con ellos cerca de veinte “canons” o “nuevas leyes inmutables” de la religión aprobada por el Emperador. Una de estas reglas establecía que el Obispo de Roma se convertiría en el líder “primus” (primero) por sobre todos los demás líderes religiosos. Esto originó desacuerdos y rencillas entre religiosos y obispos romanos que se desconocían mutuamente y se proclamaban obispos de Roma en diversas ciudades como Italia, Antioquía, Constantinopla, Alejandría y Jerusalén. Las divisiones terminaron un obispo llamado Dámaso I (ca. 304) fue favorecido por Constantino como el verdadero Obispo de la Iglesia Romana. Entre el año 324 y 330, Constantino ordenó la construcción de la ciudad de Constantinopla como nueva capital del imperio y construyó nuevas iglesias católico-romanas. Hizo al Palacio de Letrán la primera residencia papal para el Obispo de Roma, y comenzó la construcción de la Antigua Basílica de San Pedro que fue llamada "la Basílica Constantina". Aliado y ayudado por la autoridad civil, Dámaso teorizó acerca de la supremacía de la Iglesia de Roma sobre las demás iglesias y se adjudicó a sí mismo la línea de sucesión apostólica de Pedro, tachó a sus rivales de herejes o falsos obispos, fue el primero en la historia en ser llamado “Papa” y el primero en ser reconocido por un Jefe de Estado como el líder legítimo del “cristianismo” (catolicismo). Desde el s. XIV los líderes que trataron de considerarse obispos en Roma sin consentimiento oficial del emperador o del "primer" obispo en función fueron llamados “antipapas” y catalogados como usurpadores.

16. La exigencia de los dogmas marianos como requisitos de la fe


16. La exigencia de los dogmas marianos como requisitos de la fe: Hoy en día, la ICAR requiere o exige que los cuatro dogmas marianos oficiales (la doctrina Madre de Dios, la Virginidad Perpetua, la Inmaculada Concepción y la Asunción de María) formen parte del fundamento de fe tanto de todo el laicado (los feligreses católicos) como de todo el clero católico (los líderes eclesiásticos). Las confesión de otras doctrinas marianas no se considera obligatoria para ser considerado miembro oficial de la Iglesia, pero de todas formas se enseñan en el Catecismo y se promueven en la vida religiosa de los países católicos alrededor del mundo.

En el Nuevo Testamento se advierte: “No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas” (Hebreos 13:9).“Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos… ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error” (Efesios 4:4-6, 14). La Biblia advierte que quienes añadas doctrinas distintas al mensaje de Dios serán castigados duramente por Dios mismo (Deuteronomio 4:1-2, Proverbios 30:5-6, Apocalipsis 22:18-1)

15. La doctrina de María como Madre de la Iglesia



15. La doctrina de María como Madre de la Iglesia: María es nombrada por las jerarquías católicas y sus teólogos como la “madre de todos los creyentes” o la “madre de toda la Iglesia(Mater Ecclesiae), título usado por Ambrosio de Milán (s. IV) y fue difundido por los Pontífices Benedicto XIV en 1748 y Leo XIII en 1885. Éste último instituyó la costumbre de rezar el Rosario (ca. 1883) donde María es llamada: madre del Creador, virgen digna de alabanza, virgen de digna de veneración, virgen poderosa, Rosa mística, Arca de la alianza, Estrella de la mañana, Reina de los Ángeles, Reina de los patriarcas, Reina de los Apóstoles, Reina de los Mártires, Reina de la familia, Reina de la paz” y demás nombramientos que endiosan a María. El Papa Pablo VI hizo oficial el título de “Madre de la Iglesia” en el Segundo Concilio Vaticano (1962-65) y en su Credo. A partir de esto se incluyó en el Catecismo de la Iglesia y Juan Pablo II lo difundió enfatizando que María es un camino para acercarse a Cristo (Rosarium Virginis Mariae) y que María es “madre de todos los cristianos(Redemptoris Mater), cosa que repitió Benedicto XVI en 2008. El Papa Francisco en 2015 también estableció que María es "la madre de toda la humanidad".

El pasaje que los católicos usan para tratar de justificar la “maternidad” de María es Juan 19:26-27 donde dice que cuando Jesús, estando en la cruz, vio a su madre de pie junto al apóstol Juan, Él encomendó en ellos un cuidado mutuo, diciéndole a ella, “¡Mujer, he ahí tu hijo!” y a él, “He ahí tu madre!, y desde aquella hora Juan la recibió en su propia casa. En este verso Jesús se estaba asegurando de que su madre terrenal sería cuidada y procurada por su discípulo más amado, y esto muestra la compasión que Cristo tendría por ella. No obstante, ninguno de los otros discípulos o apóstoles de la Biblia le consideraron su madre. Tampoco los cristianos de los primeros dos siglos, pues Cristo mismo en su papel de Mesías dejó claro que el título de “madre” o la “maternidad” de su iglesia no le sería atribuido a María, sino a todos aquellos que le siguen, escuchan la palabra de Dios y hacen la voluntad del Padre Celestial (Lucas 8:21). El apóstol Pablo, por ejemplo, dijo tener “dolores de parto” por los nuevos creyentes que estaban siendo formados (Gálatas 4:19). La Biblia establece que es solamente por la sangre de Cristo y por medio de sus méritos que tenemos acceso al trono de Dios (Hebreos 4:14-16; 10:19, Efesios 3:11-12) y Cristo dijo que Él es el ÚNICO camino al Padre (Juan 14:6).

14. La doctrina de Madre Mediadora y Corredentora



14. La doctrina de Madre Mediadora y Corredentora: La Iglesia Católica otorga a María el titulo de «Redemptoris Mater» (Madre Redentora, enseñando que ella concede “redención” al alma y es “corredentora(Co-Redemptrix) junto a Cristo, a través de la aflicción que ella tuvo por ver la crucifixión de Cristo. Los católicos dicen que cuando ella dijo “sí” (fiat) en la anunciación de que daría luz al Mesías, ella se convirtió en la “Madre de la Salvación” que activamentecoopera” o “coparticipa” en el “nacimiento” nuevo y el “desarrollo de las almas de los redimidos» (Credo de Pablo VI, #15). En el siglo II, Ireneo (cardenal de Lyon) introdujo la idea de María como “causa de nuestra salvación” y la “nueva Eva”. En el s. III, Juan Crisóstomo, Tomás de Aquino, Cirilio de Alejandría, Agustín de Hipona, Efren de Siria y otros propagaron las ideas. En 1921, la ICAR otorgó a María el título de “Medianera” o “Mediadora de todas las graciascon motivo de fiestas en Bélgica. En 1964, el decreto "Lumen gentium", producto del Segundo Concilio Vaticano en el pontificado de Pablo VI, ratificó el título, que hoy aparece en documentos oficiales del Vaticano y en la liturgia católica.

La Biblia establece que CRISTO es el ÚNICO que da la salvación (Hechos 4:12); que SÓLO Él, al haberse dado a sí mismo por nosotros, nos puede redimir de toda iniquidad (Tito 2:14) y que Él es el único redentor del Nuevo Pacto (Hebreos 9:15, 12:24). La obra de redención en la Biblia implica que Jesús libra al ser humano de la culpa, le limpia del pecado, y le libra de sus consecuencias y ataduras. Las lágrimas o tristeza de una persona como María no pueden redimir porque la redención significa literalmente a la “compra” que Cristo hizo pagando con Su propia sangre (1 Corintios 6:20). La Biblia establece que Jesucristo es el ÚNICO mediador o intermediario entre nosotros y Dios Padre (1 Timoteo 2:5). Él es el único abogado que pagó la deuda. Llamar a María “corredentora” o mediadora implica que se le da el lugar a Cristo. Cristo, junto al Espíritu Santo, es el ÚNICO que interviene directamente para que seamos reconciliados con el Padre. Dado que Cristo y el Padre son un mismo (Juan 10:30), sólo Cristo tiene la facultad de tomar las decisiones celestiales para salvar o condenar al hombre con la misma autoridad del Padre (Mateo 11:27, 28:18, Juan 3:35, 5:22, 5:27, 17:2, Hechos 17:31, Apocalipsis 5:3-14).

13. La doctrina de María Auxiliadora


13. La doctrina de María Auxiliadora: Los católicos creen que María, desde el cielo, puede conocer, cuidar, proteger, guiar y ayudar a los católicos y que ella puede responder a sus oraciones (como afirma en el rezo “Oremos”, usado en las misas) pues se cree que puede escuchar la boca y el corazón humano desde el Cielo. Juan Crisóstomo (347-407 d.C.), obispo de Constantinopla, dijo que María es "auxilio poderosísimo, fuerte y eficaz" y en 1895 el Papa Leo XIII le nombró “Adjutricem populi” (Ayudadora del Pueblo). El Catecismo (#967-970) enseña que acercarse a María es una forma de acercarse al Padre Celestial, pues ella tiene el papel de “abogada”, “auxiliadora” y “socorro” cuando se le invoca y cuando se le tiene fe.

La Biblia enseña que Dios es el ÚNICO que puede escudriñar el corazón humano (1 Reyes 8:39; 2 Crónicas 6:30); que Dios es el ÚNICO que puede enviarnos ayuda o auxilio desde el Cielo (Salmos 73:25; 121:1), y no hay nadie más (2 Crónicas 14:11). La Escritura dice que SÓLO Dios puede hacernos vivir confiados (Salmos 4:8); SÓLO en Él debe estar depositada nuestra fe, pues Él es nuestro Creador, y SÓLO en Él esperar el alma de quien le sirve (Salmos 62:1). SÓLO Él es la roca y el que nos brinda protección celestial (Salmos 62:2), SÓLO CRISTO en la Biblia es llamado nuestro abogado (1 Juan 2:1) porque Él es el Único que pagó nuestra deuda de pecado al tomar nuestro lugar en la cruz. Jesús mismo dijo que nadie puede acercarse al Padre sino SOLAMENTE por medio de Él (Juan 14:6).

12. La exaltación de María como Reina del Cielo

12. La exaltación de María como Reina del Cielo: El catolicismo concede a María el título de “Reina del Cielo" (Catecismo; Rosario; Regina Caeli). En muchas pinturas antiguas, murales y altares de iglesias católicas alrededor del mundo, María es representada en imágenes con ropas y coronas reales. Muchos católicos le llaman "nuestra Señora" (queriendo decir que ella les manda, dirige y da órdenes que ellos siguen, a pesar de que no hay “mandatos” de María). Sostienen que ella es exaltada y gobierna desde el Cielo junto a Dios. Esto fue hecho oficial en el Primer Concilio de Efeso (431 d.C) y el Papa Pío XII definió la enseñanza en el año 1954, diciendo que “el Hijo de Dios refleja en Su madre celestial la gloria, la majestad y el dominio de Su reino". Esta doctrina le atribuye a María las cualidades de poder y el gobierno de Cristo, y le otorga facultades sobrenaturales y divinas. Los católicos le dedican festividades, le queman incienso, le hacen altares y le organizan misas y festines en honor a su “reino” en el cielo. Por su arraigada tradición, el calendario católico de fiestas marianas mundiales establece al menos 1 fiesta mariana para cada día del año.

Históricamente, Orígenes (ca. 254), quien fue sacerdote de Alejandría, introdujo esta doctrina como alternativa para reemplazar el culto de la diosa Isis (que era adorada en Egipto como reina del Cielo). Queriendo ganar adeptos para la Iglesia de Roma y frenar el culto a Isis que se extendía en el imperio grecorromano, Orígenes llamó a María, “la Reina del Cielo”, lo que originó simpatía por la misma figura en el pueblo pagano. En la Biblia ese es el título pagano a la diosa Ishtar, Asera o Astaret que había sido adorada en Babilonia, en Siria y los Cananeos. Dios declaró que el culto a la llamada “reina del Cielo” era una grave ofensa que provocaba que se encendiera su ira (Jeremías 7:18, 44:17-19, 44:25; Jueces 2:12-14, 3:7; 1 Sam. 7:3). La Ley de Dios prohibió levantarle altares (Dt. 16:22), Dios dijo que el incienso debía ser consagrado sólo a Él (Éxodo 30:37) y que solamente Él debía ser exaltado (Dt. 6:13, Sal. 83:18; 92:8, Is. 2:17, Job 36:22). Cristo dijo que es imposible ante Dios servir a dos señoríos a la vez (Mateo 6:24). La Biblia afirma que DIOS es el ÚNICO gobernante celestial (1 Timoteo 6:15, Is. 37:16; Sal. 44:4), sólo Él es el Señor (Neh. 9:6), nuestro ÚNICO soberano y Señor (Judas 1:4) y Él no comparte Su gloria con nadie (Isaías 42:8-10).

11. La doctrina de Asunción de María

11. La doctrina de Asunción de María: El catolicismo enseña que después de haber vivido en la tierra, María no murió sino que “durmió” y fue elevada al cielo tanto en cuerpo como en alma sin haber muerto. Esta doctrina data aproximadamente de los siglos IV y V cuando apareció en escritos apócrifos bizantinos, pero no fue sino hasta el 1 de noviembre de 1950 que el Papa Pio XII la instituyó oficialmente como un dogma (creencia obligada) de los católicos (Munificentissimus Deus, 39). La doctrina, también conocida como Dormición o Tránsito de María, es celebrada el 15 de agosto como un “Día Sagrado de Obligación” (día en que los católicos forzosamente deben asistir a misa).


Lo último que se sabe de María de acuerdo a la Biblia es que después de estar ante la cruz cuando Jesús murió (Juan 19:25), fue recibida en casa de Juan quien cuidó de ella en su viudez, y que ella estuvo junto a los apóstoles en el día de Pentecostés para recibir el Espíritu Santo y hablar en lenguas (Hechos 1:14). Después de este capítulo, María jamás vuelve a ser mencionada. En ningún momento los apóstoles ni la Biblia le concedieron un papel teológico prominente. Ni la muerte de María ni sus últimos días se mencionan en la Biblia. Nada se dice de su supuesta ascensión al cielo. Los cristianos de los primeros siglos tampoco hablaron nada al respecto. María debe ser respetada como figura bíblica al haber sido la madre terrenal de Jesús, pero no es digna de adoración, ni tampoco es honesto inventar una doctrina o falsificar la historia con tal de justificar una doctrina. En la Biblia sólo hay tres personajes de los que se narra su asunción directa al cielo: Enoc, Elías y Jesucristo mismo. Los dos primeros sin morir, mas Cristo después de 40 días de su resurrección.


10. La doctrina de María como Madre de Dios

10. La doctrina de María como Madre de Dios: Los católicos llaman a María Madre de DiosyMadre del Cielo” con la justificación de que si Cristo nació de María (y Él era Dios encarnado), entonces María “debe” ser llamada “madre de Dios” (“Theotokos” en griego). Esta idea se comenzó a difundir en la Iglesia de Alejandría en el siglo III y IV siendo usada por Atanasio y Dionisio de Alejandría, y más tarde por Gregorio Nacianceno, San Agustín y Juan Crisostómo. A pesar de algunos opositores internos, fue aprobada como un dogma en el Concilio de Efesos (431 d.C.) y en el Concilio de Calcedonia (año 451 d.C.). Aparece hoy en el Catecismo (#495, #509) de la iglesia católica.


Ninguna parte de la Biblia usa ese título para referirse a María. Aunque Jesús sí era Dios encarnado con su naturaleza divina, Él compartía una naturaleza humana en su estado terrenal. Cristo. En su papel de Mesías, Jesús no dio prioridad a María como su madre, sino lo contrario (Mateo 12:46-50); es claro que Cristo desaprobó la exaltación de María e indicó que mas bien debemos enfocarnos en la obediencia a Dios (Lucas 11:27-28). Decir que ella es “Madre de Dios” es una doctrina que ha sido y es usada frecuentemente para situar su importancia por encima del Creador. Los líderes católicos la usan como pretexto teológico para venerarla y asignarle facultades divinas. Por esto, muchos la invocan mucho más que a la Trinidad de Dios.


9. La doctrina de Virginidad Perpetua de María



9. La doctrina de Virginidad Perpetua de María: La iglesia católica dice que María siempre permaneció virgen, incluso después de la concepción de Jesús. Este dogma se conoce como la virginidad perpetua” de María y se afirma con la expresión “María siempre virgen”, originada en el credo de San Epifanio en el año 374 d.C. San Agustín perpetuó la doctrina afirmando que ella fue ”virgen después del parto, y virgen siempre” (Catecismo #499-507, #510). Algunos católicos defienden esto dogmáticamente porque piensan que es un pretexto para considerar a María una figura “purísima(aunque el hecho de una relación sexual marital no es ningún pecado desde el punto de vista bíblico).

La Biblia dice que Jesús fue el hijo primogénito (el primero de los muchos hijos) de María y José. Ella siempre se mantuvo virgen antes de la concepción de Cristo y hasta su nacimiento (Lucas 1:34-38). José y María no tuvieron relaciones sino “hasta” después del nacimiento de Cristo (Mateo 1:25; cf. Gn. 4:1; 4:17). Los Evangelios indican que María tuvo al menos al menos cuatro hijos después de Jesús: Jacobo, José, Simón, y Judas (Mateo 13:55, 12:46) e hijas (Mateo 13:56). Al principio, los medio-hermanos de Jesús no creían en Él (Juan 7:3-5) y fueron junto a María para tratar de desanimarlo (Mateo 12:46; Marcos 3:32; Lucas 8:19-20). Pero más tarde, ellos y María estaban convencidos de que Él era el Mesías (Hechos 1, Santiago 1).

8. La doctrina de la Purísima Concepción



8. La doctrina de la Purísima Concepción: La Iglesia de Roma enseña que María fue concebida de forma “inmaculada desde su concepción”, que a diferencia de toda la gente, nunca heredó la carnalidad del pecado original y que se mantuvo siempre santa” de principio a fin (Catecismo #487-492, #508). Los católicos creen que ella “se mantuvo inmune de todo pecado durante toda su existencia” y “alcanzó” la gloria de Dios por méritos de pureza propia. La idea de que María fue “sin pecado” fue enseñada por Diversos Doctores de la Iglesia Católica, pero fue hecha un dogma hasta el año 1854 por el Papa Pío IX.


La Biblia dice que TODOS los humanos pecaron y ninguno ha sido totalmente justo (Romanos 3:10, 3:23, Salmos 53:3, 1 Juan 1:8-10). Sólo Dios ha sido bueno (Lucas 18:19). Cristo fue el único que como humano nunca pecó (2 Corintios 5:21, 1 Pedro 2:22-24, Isaías 53:9). María misma reconoció que necesitaba a Dios como Salvador y ella se refirió a sí misma como indigna de que Dios mirara la “bajeza de su sierva” (Lucas 1:47-48). Él la llenó de gracia (un regalo inmerecido), no por obras, para que nadie se gloríe (1 Timoteo 2:9). Sólo Dios es perfectamente Santo (Apocalipsis 15:4) y Sólo DioS es digno de recibir el honor, la gloria y la alabanza (Apocalipsis 4:11, 5).

6. La costumbre del niño Dios


6. La costumbre del niño Dios: En diversos países católicos se practica la anual fiesta de la Candelaria en la cual diversos católicos compran un juguete o muñeco que llaman niño Dios” y arrullan porque dicen que es Cristo. Lo visten con ropa costosa y adornos y lo presentan ante un sacerdote que bendice al ídolo y a las velas que le ponen. Por tradición se cree que traerán prosperidad, suerte o ayuda si se encienden durante los otros meses del año.

La Biblia enseña que nuestra ayuda proviene de Dios (Salmos 121:1-2), no de figuras hechas por manos de hombres que no pueden hablar, ni ver, ni oír, porque aquellos que en ellas confían, no podrán entender la verdad (Salmos 135:15-18). Jesucristo advirtió: “si alguno os dice: ‘Mirad, aquí está el Cristo, o ‘Allí está’, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24).

5. La veneración de cruces y crucifijos



5. La veneración de cruces y crucifijos: Los católicos acostumbran usar cruces y crucifijos con la figura de un hombre asemejando a Cristo en el momento de la crucifixión. En sus iglesias, casas y coches se centraliza la figura golpeada y ensangrentada porque se se ve como un fetiche que brinda protección. Los católicos, por tradición, suelen pensar, que si tienen estas cosas, estarán de alguna manera más cerca de Dios y veneran estas imágenes con celo religioso. 

La realidad es que Cristo no quedó muerto en la cruz: Él resucitó al tercer día y Él nos llama a cargar la cruz espiritual (Lucas 9:23); esto no es el símbolo físico sino la muerte al ego, la carnalidad y el pecado propio. Una cadena de madera o de metal o una imagen que engrandezca el momento de su sufrimiento no es sustituto de esto ni glorifica a DiosLa cruz es muestra de lo mucho que sufrió Cristo en nuestro lugar, y de que Él está dispuesto a amarnos hasta la muerte, pero no debe ser convertido en un fetiche. Tampoco puede una cruz de juguete acercarnos a Dios: sólo podemos acercarnos a Él por medio de la oración personal y una vida obediente a sus enseñanzas. 

4. La venta de imágenes religiosas



4. La venta de imágenes religiosas: En el catolicismo se practica, aprueba y anima a la fabricación, compra y venta de figuras religiosas: imágenes, cadenas y estatuas para dar supuesta prosperidad, abundancia o la capacidad de obrar milagros en las personas que las usan.

La Biblia enseña que las imágenes de figuras religiosas son vanas o inútiles y no tienen poder alguno de hacer ni bien ni mal, pero es una maldad moral ante Dios si la persona confía en ellas (Jeremías 10:1-5, 10:14, 11:12, 18:18-19). Su compraventa es vista como falsedad material y considerada “mercadería” (2 Pedro 2:3).

3. La idolatría e invocación a los ángeles

3. La idolatría e invocación a los ángeles: El catolicismo aprueba y practica la invocación y el culto a los ángeles o arcángeles (Catecismo #61, 446) y se celebra liturgias religiosas dedicadas exclusivamente a ellos (Catecismo #234). La tradición católica también les dedica numerosos altares dentro de las iglesias en todo el mundo. Se usa mucho el rezo popular “Ángel de mi guarda” enseñado a niños, y en diversos lugares, se les invoca para que hagan milagros o traigan prosperidad (por ejemplo, la figura de San Miguel Arcángel).

La Biblia muestra que los ángeles que sirven a Dios se niegan a recibir adoración del hombre (Apocalipsis 19:10; 22:9). Nunca se ve a ningún servidor de Dios bíblico invocar a ángeles porque ellos no son omniscientes ni omnipresentes. Los ángeles que sirven a Dios sólo le obedecen a Él (Salmos 103:20). Cuando ayudan al hombre, lo hacen por indicación divina, pero no responden a los rezos del hombre ni suplantan el papel de Dios. Aunque se reconoce que hay demonios (ángeles caídos) que harán grandes señales y milagros (Apocalipsis 13:1, 16:14).

2. La invocación de los muertos

2. La invocación de los muertos: En el rezo del Credo católico se practica la invocación a los “santos” o personas que han muerto rogándoles que intercedan o concedan las peticiones de los que le rezan. En pueblos de mayoría católica se les rinde culto con misas, procesiones, peregrinaciones o fiestas patronales con las que se invocan estos fallecidos y su protección.

La Biblia enseña que invocar a los que han fallecido o consultar con los muertos es una práctica espiritista detestable o abominable ante Dios (Deuteronomio 18:10-12; Levíticos 20:27). Nuestra oración sólo debe dirigirse a Dios (Mateo 6:9; Lucas 11:2). Jesús y el Espíritu Santo intercede por nosotros ante el Padre (Rom. 8:26, 8:34; Juan 14:16, 17:9; Hebreos 7:25) no necesitamos otra consulta o protección espiritual.